Espirituales

1- Enseñar al que no sabe

Sin hacernos los entendidos y sin humillar al otro. Desde la actitud de dejarnos enseñar. Para que todos podamos aprender algo de todos. Son tantas las veces que podemos ayudar a las personas que conocemos a darles información y orientación. Pero sobre todo tenemos que llenar de sabiduría la ignorancia más grande, el no conocimiento de Dios. Enseñar primero con las obras, luego con las palabras, que «Dios es» y nos ha redimido por Jesús y que todos estamos llamados al cielo, la vida eterna. Implica también un «dejarse enseñar por los demás.»

2- Dar consejo al que lo necesita

Muy a menudo nos piden opinión y consejo sobre cuestiones existenciales. Antes de dar un consejo siempre hay que orar y pedir el don del discernimiento y aconsejar no según el criterio mundano, sino según el Evangelio. Sin exigir a los demás lo que nosotros no podríamos soportar. Conscientes de que aconsejar el perdón, el amor y la compasión debe ser siempre presente en la boca de un cristiano. La misericordia de Dios cierra todas las heridas del corazón. Implica también acoger con amor el buen consejo que a nosotros se nos da.

3- Corregir al que se equivoca

La corrección fraterna es un ejercicio muy evangélico. Hay que ejercerlo con una gran delicadeza y si no se hace con amor más vale no ejercerla. También el que corrige es objeto de corrección. Corregir el otro es siempre un acto muy alto de estimación. Hay que hacerlo con delicadeza, nunca públicamente, sin prepotencia ni paternalismo. Implica también un dejarse corregir por los demás.

4- Consolar al triste

Si amamos nos damos cuenta enseguida de las personas que llevan tristeza en los ojos y el corazón. Es necesario dar alegría a nuestro alrededor y disimular las tristezas propias para alegrar la vida de los demás. Se comunica alegría con los gestos de amabilidad, con los detalles cotidianos. También en saber escuchar. El que está triste se siente consulado cuando se siente realmente querido por un otros.

5- Perdonar las injúrias

Perdonarle con todo el corazón y sino podemos pedir a Dios la gracia de saber perdonar. En Dios todo debe estar reconciliado. El odio es un impedimento para que la gracia de Dios corra y lo ampare todo. Es bueno y conveniente de saber pedir perdón ya la vez perdonar con todo el corazón y orar por aquellos que nos han hecho daño y no reprochar nada del mal que nos han hecho, ya que ha quedado perdonado y olvidado para siempre. Esto implica también acoger el perdón del otro con humildad.

6- Sufrir con paciencia los defectos de los demás

Conscientes de que los demás también tienen que aguantar con amor y paciencia los propios defectos y las propias limitaciones. Hay que mirar de tratar a los demás bajo la mirada de Dios y aprenderlos a querer tal como son. Si amamos a los que nos caen bien y nos gustan en todo no tiene ningún mérito. El otro es tal como es y Dios lo ama así. Un buen propósito sería no evitar las personas que nos resultan engorrosas y desplaents. La fuente de la paciencia cristiana es Dios mismo que nunca se cansa de amar, Él que es paciente en el amor. También es un acto de caridad no divulgar los defectos de los demás.

7- Rogar a Dios por los vivos y difuntos

La Iglesia es la comunión de los santos, es una comunidad en la que rogamos unos por otros. Dios ha querido vincular su gracia a la oración de los hijos, una oración fiel y obstinada, llena de confianza para que Dios es nuestro Padre. Hay que orar también por los difuntos, es la manera más preciosa de amarlos como signo de que no los hemos olvidado y pedir a Dios perdón por aquellos pecados que quizás cometieron y de los que no pidieron perdón aquí en la tierra. La Iglesia siempre ha alabado la caridad que se hace en sufragio de los difuntos, principalmente en la celebración de la Eucaristía.