Corporales

Por Mn. Rafael Serra, delegado diocesano de Liturgia

1- Dar de comer al hambriento

Recordarnos de los pobres hambrientos y hacer la limosna que redime el pecado y llena de gozo y hacerla de manera anónima, que la mano derecha no sepa que hace la mano izquierda y el gesto sea sólo reservado por el gozo del Padre. No se trata sólo de dar. Sinó de darse. Dar tiempo para hacer un servicio a otro es la mejor limosna. Recordarnos de la humanidad hambrienta y colaborar con instituciones que combaten el hambre en el mundo. Recordarnos también que el hombre no vive sólo de pan, sino de la Palabra que sale de la boca de Dios. La caridad siempre promueve y procura la justicia.

2- Dar de beber al sediento

El agua en la Sagrada Escritura es siempre símbolo del agua de la vida. Y el agua de la vida es el amor. Todo el mundo tiene sed de amor y de ternura. Dar mi amor a quien lo necesita. Son tantas las existencias marcadas por el desamor, la tristeza y la soledad. Hay que rellenar antes el corazón del amor de Dios para dar el agua del amor que hace vivir. La felicidad del corazón del hombre es amar y ser amado. Este amor muy a menudo no se manifiesta con grandes actos, sino en pequeños y oportunos gestos que revelan al otro hasta qué punto es estimado.

3- Dar posada al peregrino

Son tantos y tantos los que viven entre nosotros. Amarlos, ayudarlos y proveer sus necesidades de integración. No hay muros entre las personas, sino puentes. Escucharlos, conocerlos y amarlos. Enseñarles amablemente nuestro idioma. Recordarnos también que en una ciudad podemos vivir cerca y ser forasteros unos por otros. Para el cristiano nadie es un extraño, todo el mundo nos es hermano y, por tanto, hay que cultivar la amistad.

4- Visitar y cuidar a los enfermos

Recordar la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitasteis» dar un tiempo a los ancianos y los enfermos. Ir con una sonrisa, con la oración y dar un poco de nuestro tiempo y de nuestro corazón. Llevarlos consuelo y esperanza.

5- Vestir al desnudo

Decían los Padres de la Iglesia que los vestidos y los zapatos de quienes desnudos y descalzos están en nuestros armarios. Compartir lo que tenemos recordándonos de la frase de Jesús: «Hay más felicidad en dar que en recibir». Ayudar y comprometernos en las instituciones de la Iglesia que promueven la dignidad de las personas y el derecho al trabajo, en el techo. Son tantas las personas que viven desnudas de la dignidad necesaria para poder vivir. Implica también vivir con una austeridad de vida y evitar lo superfluo que puede aprovechar los demás.

6- Visitar a los presos y redimir a los cautivos

No es fácil para todo el mundo visitar los prisioneros. Sin embargo hay que orar por ellos y por los que trabajan en las cárceles. Hay otras cárceles de muros invisibles: son los que están encarcelados en las adicciones que destruyen y también los que son víctimas de la pobreza y de la injusticia. Visitar significa hacerlo se presente y comprometerse.

7- Enterrar a los muertos

Gracias a Dios en nuestra sociedad hay funerarias que lo hacen. Para nosotros puede ser acompañar el duelo de manera delicada y ternura a las personas que han perdido las personas más queridas. Orar por ellas y recordarnos de ellas. A menudo vamos a un entierro o el tanatorio y después ya no nos acordamos más, pero el sufrimiento continúa.